La novia es un arquetipo poderoso, cambiante y siempre presente, más allá de las circunstancias (edad, estado civil, orientación sexual, etc.) No lo honramos suficientemente cuando tenemos nuestro primer enamoramiento o encuentro sexual, lo cual marca no solo nuestras relaciones posteriores, sino también nuestra creatividad y productividad.
El paso al compromiso, de la doncella virgen que desea ser libre y casta, a la esposa – contra parte del #sagradomasculino, es también un portal único. En la sociedad patriarcal vemos vestigios de cómo un hombre entrega una mujer a otro hombre, como parte de una sociedad que busca preservar la economía y alejar la guerra.
En realidad, la novia puede y debe entregarse sola, darse a sí misma, como movimiento de independencia y pureza eterna en sí misma. Si es su decisión que su figura paterna quiebre su unicidad, debe saberse de la mano del sabio y el cuidador, con suficiente valor para guiar a otro hombre en su camino sagrado.
La novia, al convertirse en esposa, se inscribe en un movimiento transgeneracional del que debe estar consciente, para romper ciclos amargos, rupturas, maltratos y dolor. Ella es la promesa de sanación de su linaje femenino.
La novia es numinosa. Puedes sentirla o no en la primera relación, al probarse el vestido o simplemente mirar a su prometido, incluso a 50 años de su boda. Su influencia dura poco, pero es profunda y transformadora.
Te deseo ese rapto alquímico, divino.
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